Corazón artificial
En el contexto de la generación de fármacos, terapias, y desarrollo de tecnología para mejorar la calidad de vida de los pacientes y disminuir los costos de los tratamientos, se ha dado un avance sin precedente. El prototipo de un corazón artificial que puede aplicarse a cualquier padecimiento en el que el órgano natural no esté en condiciones óptimas para realizar funciones de bombeo y oxigenación de la sangre, y requiera apoyo temporal de corto, mediano o largo plazos.
Este proyecto, en el que participaron 65 científicos de 10 instituciones nacionales, fue encabezado por el doctor Emilio Sacristán Rock, investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Unidad Iztapalapa (UAM-I) y director del Centro Nacional de Investigación en Imagenología e Instrumentación Médica (CI3M).
Frente al obstáculo que representa la adquisición de soportes mecánicos especializados por más de 50,000 dólares, el corazón artificial mexicano fue diseñado para tener un precio de venta 10 veces menor que el de los dispositivos importados. Mientras que las bombas de apoyo ventricular que hasta ahora se colocaban en el país cuestan alrededor de 50 mil dólares, la bomba diseñada en México podría fabricarse en menos de 5 mil dólares, con ventajas médicas por la facilidad con que puede ser implantada y vigilada.
En días anteriores el primer corazón artificial construido totalmente por científicos mexicanos fue transferido a la compañía privada Vitalmex Internacional. Esta firma, junto con el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) y la Secretaría de Economía (SE), invirtieron 100 millones de pesos, a lo largo de diez años, para la investigación, diseño, construcción, pruebas, obtención de patentes y validación sanitaria de esta bomba de apoyo ventricular.
En entrevista, el académico dijo que, para concluir exitosamente un proyecto de gran complejidad, como el inventar un corazón artificial original, fue necesario abandonar el modelo tradicional de investigación que funciona en México, consistente en pedir fondos públicos para trabajar en los laboratorios de las universidades y al obtener algo ir a buscar a un empresario. Aquí se tuvo que armar un consorcio con diez instituciones científicas y sostener la investigación con inversión privada y pública.
El producto final comenzó a colocarse en pacientes del Centro Médico Siglo XXI del IMSS en agosto de 2012. Este equipo es versátil, entre otras cosas, porque puede ser colocado a un paciente que sólo lo necesita durante dos días por un procedimiento de trasplante, pero también puede quedar implantado y operar durante años. El dispositivo es controlado a través de una computadora con software diseñado por el consorcio de las instituciones participantes, y en caso de falla eléctrica puede mantenerse bombeando sangre con un sistema mecánico.